jueves, 18 de junio de 2015

Castropol, el Eo y los Vikingos.

   Toda esta historia surge hace ya muchos años, cuando estando en la Biblioteca Publica "Menéndez Pelayo" de Castropol, en una de esas tardes en las que me sumergía a buscar tesoros entre las baldas de sus libreríasencontré una cita bibliográfica, escueta, que despertó el interés por aquella pista.
   Aunque en ese momento trate de hacer averiguaciones, todavía no existía Internet, y ni tan siquiera durante mis estudios en Oviedo puede averiguar algo sobre aquella cita.
   Fue ya de nuevo en Castropol, cuando conocí a Luis López, ahora castropolense de adopción, amante de la zona, y bibliófilo, que tras proporcionarle la cita, logro hacerse con una copia de dicho articulo: "La Connaissance de la Péninsule Espagnole par les hommes du Nord: mémoire destiné à la 10ème session du Congrès international des orientalistes" del sueco Adam KristofferFabricius. ¡Un articulo sobre los vikingos en el que se mencionaba a Castropol!
   Los vikingos, ahora de moda por la serie de televisión homónima, ese pueblo procedente de Escandinavia, entra en la escena de la Historia Europea tras el saqueo del monasterio de Lindisfame (793), situado en el Norte de Gran Bretaña.
   Desde entonces, sus correrías a lo largo de las costas del Atlántico y del Mediterráneo nos son conocidas, a través de sus sagas y, por supuesto, de los noticias que de sus incursiones, pillajes y razzias dan las fuentes escritas medievales de los lugares por las que pasaron.
   Por el Norte de la Península Ibérica, pasaron en varias ocasiones: en el 844, 858, 864, 968, 970. Tanto es así que quedo reflejado en las leyendas locales: de la época de las primeras incursiones vikingas es la leyenda del obispo Gonzalo de la diócesis de Bretoña, antigua sede episcopal, antecesora de la de Mondoñedo: cuenta esta leyenda que al llegar a la entrada del río Masma un gran número de embarcaciones vikingas los habitantes acudieron a la protección del obispo, al que consideraban santo. Gonzalo rezo pidiendo la protección del cielo contra el ataque y entonces se desató una gran tempestad que hundió la mayor parte de la flota invasora.

Barcos vikingos en el Tapiz de Bayeux.

   Sin embargo, esta no es la única leyenda sobre este asunto. Y aunque yo, y mucha gente conoce la historia con los "moros" míticos (no los "mauri" de las fuentes latinas que dan origen al termino, sino esa especie de pueblo perdido en un pasado muy lejano y lleno de misterio), es cierto que algún erudito local del pasado siglo XX, lo asociaba a los vikingos. Se trata de la leyenda que cuenta que entre la Capilla de Santa María del Campo (Castropol) y un punto indeterminado entre A Punta de Santos y el Penedon, existe un túnel construido por los vikingos o los "moros", para escapar.
  Según parece, esta salida al mar, explorada por muchos críos y adolescentes, esta cegada ya por desprendimientos.
  No creo, sin embargo, que nunca haya existido dicho túnel. Pero dicen que "cuando el río suena, agua lleva". Las leyendas no son mentiras absolutas, ni completas verdades. Suelen soportarse sobre hechos verídicos, que con el tiempo se han ido deformando, debido fundamentalmente a dos variables: su trasmisión oral y su paulatina lejanía temporal con el suceso que se relata. Esos hechos verídicos pueden pasar por un suceso o personaje histórico concreto, o por la existencia en el subsuelo de algún resto arqueológico. En el caso de la Capilla de Santa María del Campo podría darse la segunda situación. ¿A caso no esta la Iglesia de la Santa Cruz de Cangas de Onis edificada sobre un megalito?
  Con todo, lo más interesante, desde un punto de vista local, es la incursión de Olaf Haraldsson en el 1014 sobre estas costas. Más conocido como San Olaf, seria en 1018 Rey de Noruega, convirtiéndose e imponiendo el cristianismo en este reino. Tanto las crónicas cristianas como las sagas nórdicas coinciden en que tras partir de Inglaterra, dirigió su flota contra los vikingos dinamarqueses de Ringsfjerd (probablemente el Golfo de Vizcaya), para continuar hacia Grisepolle (probablemente Castropol), y vencer a los vikingos dinamarqueses en Vilhamsby (probablemente la Ría de Betanzos). La incursión continuo: se dirigió hacia Seljepolle (probablemente la desembocadura del Miño), dónde tras una gran batalla conquisto la ciudad de Gunvaldsborg (probablemente Tuy), tomando prisionero al conde Geirfinn (probablemente el Obispo Alfonso), que tuvo que pagar un rescate de 12000 piezas de oro.
   Entonces llegaron a Castropol. Bueno, es solo una cita en una crónica perdida del siglo XI. Si. Pero del siglo XI. Castropol, no aparece hasta 1298, como puebla de fundación episcopal. Y sin embargo, la propia carta de fundación de la puebla otorgada por el Obispo de Oviedo en ese año de 1298 nos avisa ya de la posible existencia, cuando menos, del topónimo, ya que manda hacer puebla "en el logar nomnado Castropol".
   Son pequeños visos de luz que alumbran la oscuridad documental de los siglos que comprenden la Alta Edad Media, y que nos permiten entender un poco mejor la ocupación del territorio en ese momento histórico, del que solo tenemos menciones aisladas, además de ser conscientes de la importancia en las rutas marítimas cantábricas de la Ría del Eo.

   Bibliografía:

Carré Alvarellos, Leandro: Las leyendas tradicionales gallegas. Madrid: Austral, 2006
Carvajal González, Helena: "San Olaf, Rey de Noruega" EN Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. V, 2013, págs. 43-51.
Erkoreka, Anton: "A furore normanorum, libera nos Domine. Previkingos y vikingos asolando la costa vasca (siglos V-X)" EN Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5, Donostia-San Sebastián, 2006, págs. 15-31.
Fabricius, Adam Kristoffer: La Connaissance de la Péninsule Espagnole par les hommes du Nord: mémoire destiné à la 10ème session du Congrès international des orientalistes.Lisboa, 1892.
Ruiz de la Peña, J.I.: Las "polas asturianas" en la Edad Media. Oviedo, 1981
Sánchez Pardo, José Carlos: "Los ataques vikingos y su influencia en la Galicia de los siglos IX-XI" EN Annuario Brigantino, 2010, Nº 33, págs. 57-86.

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